Nuevo caso de alguien
que lleva adelante un gusto y lo transforma en un negocio, este es el caso de “Nucha”
quien logró hacer de su gusto por preparar dulces una fuente de ingresos. Para
ello tuvo que capear difíciles momentos que vivió el país desde lo económico y
con esfuerzo logró salir adelante.
El artículo fue escrito
por Luján Scarpinelli para el diario La Nación de Argentina.
Vale la pena leerlo
Hasta la próxima!
Prof. Lic. Fernando
Julio Silva, MSc
Octubre 2012
Artículo:
“Los
dulces que nacieron en un garaje de Belgrano”
Por Luján
Scarpinelli | LA NACION
"Nucha"
Nucha, el nombre
escrito con rojo en imprenta minúscula, pertenece a una mujer. Regina Vaena
-"Reginucha", en la infancia-, no sólo dio su identidad a una
repostería. También la dotó de una historia. Impensada, por cierto, en tiempos
de su juventud, cuando destinaba sus horas a las libros de química.
Lejos de esa ciencia,
la pastelería se fue constituyendo como un pasatiempo. El tiempo, su matrimonio
y sus tres hijos, hicieron que Nucha cambiara las fórmulas por recetas. A fines
de los '70, una amiga hizo el primer encargo para vender sus tortas en su
confitería. El pedido tenía una explicación: Regina hacía gala con sus dulces
en kermeses, ferias de platos y otros eventos que organizaban sus hijos con el
fin de recaudar dinero para viajes escolares.
La fama de buena
repostera, estudiosa de esta rama gastronómica, se convenció de que si podía
elaborar tortas para un negocio ajeno, también podría hacerlo para el propio. Y
la cocina de la casa ubicada sobre la calle O'Higgins cobró la dinámica de un
taller. Nucha no esperó que los clientes golpearan a la puerta; los fue a
buscar en los cafés de Belgrano, con porciones de torta. Logró tentarlos con
una de sus especialidades, aún vigente: la torta "africana",
chocolatosa, húmeda y cubierta de cacao. No falló. Años más tarde, la puerta
del garaje se abrió para los vecinos.
En 1989, la inflación galopaba en el
país. Sin embargo, ese fue el año en el que Nucha -el negocio- empezó a tomar
forma con un mostrador y una heladera. Los menores de la casa, Ariel, Galia y
Javier Ickowicz, colaboraban en la naciente empresa, aunque el paso de los años
y la elección de distintos caminos dejó en manos del último la pata comercial.
El siguiente paso adelante fue, paradójicamente, en otro mal momento: en 2001,
el primer local de Nucha se inauguró en la esquina de O'Higgins y Zabala. Al
año siguiente se abrió una pequeña fábrica, que, en 2006 se trasladó a las
instalaciones actuales. Allí, sobre la calle Paz Soldán, Nucha sigue ideando
nuevas tentaciones.
Un libro de recetas, 200 empleados, ocho locales y una
pronta expansión al interior forman parte de la conquista esta mujer de 70 años
que sigue propagando dulzura
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