En esta ocasión
transmito un buen artículo sobre los que deciden dejar de lado la comodidad de
un trabajo seguro para aventurarse en ser los directores de sus propios
destinos laborales. Esto sucede, según el autor, cada vez a una edad más
temprana en quienes deciden hacerlo
Hasta la próxima!
Prof. Lic. Fernando
Julio Silva, MSc
Septiembre 2012
Artículo:
Gerente de mi propio futuro
Estilo de vida
"Cinco años más y me retiro",
es la fantasía que cada vez más jóvenes profesionales hacen realidad, aunque el
futuro económico no esté asegurado
Toda su vida
estaba encaminada a seguir una carrera profesional. Y a los 30 años, Ana Gorsd
ya había obtenido varios logros en ese aspecto: había estudiado Derecho en la
UBA, se había capacitado en el exterior, trabajaba como abogada en una
multinacional y hasta había concluido un MBA en el Instituto Argentino de la
Empresa. Y para su edad, había alcanzado una situación económica muy
satisfactoria. Según sus palabras, había comprado ese paquete de felicidad que
te venden hoy.
Pero al
terminar el MBA, llegó lo que ella denomina una revolución interna. Una
intuición que le indicaba que no quería seguir esta carrera por lo material.
Que su felicidad no aumentaba al mismo ritmo. "Me di cuenta de que quería
ser gerente de mi propia vida y no de una empresa", cuenta. Dejar la
empresa fue una decisión que le requirió mucho valor. Para ella significó darse
un tiempo para permitirse no saber. Y ese tiempo de no saber no sólo le
permitió conocer la logosofía, donde ella encontró su camino espiritual, sino
que también coincidió con que una amiga de la maestría también se quería ir de
la empresa donde trabajaba, y juntas decidieron abrir un local de decoración.
Hoy es consciente de que rompió un paradigma, que en ese retiro del mundo
empresarial reencauzó su vida para tomar un ritmo propio. Y asegura que esos
tres años y medio después de haber tomado esa decisión han sido muy felices.
Y en esa
misma línea está Francisco Díaz, su novio, que desde los 22 años trabaja como
ingeniero en distintas corporaciones. "Mi objetivo es en los próximos seis
o siete años, alrededor de los 40, retirarme o dedicarme a algo más light, más
simple, que me permita estar más con mi familia o hacer otras cosas que me
gustaría", cuenta. Hay quienes ya lo hicieron, hay quienes lo tienen
planeado. Pero cada vez son más los argentinos de mediana edad que, sin estar
"salvados" económicamente, sueñan con retirarse antes, mucho antes de
la edad jubilatoria, o por lo menos cambiar por una actividad que les demande
menos estrés y en la que ganen en un aspecto que, tal vez, sea el valor más
preciado de este siglo: la calidad de vida.
Cuando se
refiere a un auténtico retiro voluntario del mundo empresarial, este fenómeno
tiene una denominación: " executive dropout ", algo
así como abandono ejecutivo. En su libro Empresas + Humanas ,
el doctor en ciencias económicas Alejandro Melamed lo define así: "Es tal
vez uno de los fenómenos más observados actualmente. Se da cuando ciertos
ejecutivos toman la decisión de dejar de trabajar e irse a hacer tareas para
las cuales están sobrecalificados. Prefieren estar muchísimo más tranquilos
para dedicarse a distintas actividades muy lejanas a lo que es la cultura
tradicional y la velocidad corporativa, lo que les brinda mucha paz emocional y
un ritmo mucho más desacelerado".
Maximiliano
Canal no pertenece al mundo ejecutivo. Para él, el sacrificio no pasa por las
tareas rutinarias de la oficina, las presiones corporativas, el respeto
absoluto por las jerarquías o el estrés. Sin embargo, también sueña con cambiar
de rumbo laboral alrededor de los cuarenta. Su ámbito es el agua. Más
precisamente, abajo del agua. Es buzo, al igual que su padre, y juntos trabajan
en Mar del Plata en reparaciones de barcos, inspecciones y reflotamientos. Hoy
los ocupa la construcción del emisario submarino de esa ciudad, un sistema de
cloaca que se adentra en el mar unos cuatro kilómetros desde la costa.
Jornadas
laborales de doce horas, tres, cuatro o más horas bajo el agua casi todos los
días, y cuando llega diciembre le parece como si hubiera pasado un año y medio
en vez de uno solo. "Es un laburo muy físico -dice-. Tengo 33 años y mi
idea es cortar antes. A los 40, 42. Estoy estudiando muchas posibilidades: no
retirarme, pero ir viendo qué puedo hacer para mantener a mi familia con otro
tipo de trabajo menos sacrificado." Sueña con la gastronomía o la
hotelería; un restaurante sobre la calle Güemes o Alem. Es pensar en voz alta,
dice, pero mientras tanto junto con su esposa, arquitecta, van
"acovachando" plata para ese proyecto.
Para Matías
Ghidini, gerente general de la consultora en recursos humanos Ghidini Rodil,
este cambio de mentalidad comenzó a gestarse cuando la generación Y (aquellos
nacidos a partir de 1982) se comenzó a incorporar en el mundo laboral. "Lo
que las nuevas generaciones empujan -dice- es una carrera profesional en la que
exista un proyecto que los desafíe como personas y los satisfaga
profesionalmente. El compromiso sigue existiendo. Pero mientras lo anterior exista.
Cuando eso desaparece o el trabajo se torna excesivamente dogmático, surge ahí
la alternativa de salir del sistema."
Y esa
salida, sostiene, puede ser el emprendimiento personal, anclado en hobbies o
deseos postergados; la empresa más pequeña; o el interés por ayudar a un
tercero a través de fundaciones o acciones de responsabilidad social.
¿Y el
dinero? "El dinero es importante -asegura Ghidini-. Pero si con ese dinero
no tengo tiempo para hacer el deporte que quiero, estar con mis amigos, viajar
o estar con mi familia, no lo quieren. Si para conseguir ese dinero tienen que
soportar un ambiente de trabajo incómodo o una tarea que no los desafía, buscan
otro sin dudarlo."
Pero para
aquellos que deciden este retiro anticipado, no sólo puede resultar importante
el dinero, sino, a veces, fundamental. Más aún en tiempos donde la jubilación
que llega cuando se cumple la edad necesaria no es garantía de mucho más que la
supervivencia en la mayoría de los casos. Y eso Luciano
Rossi lo
tiene bien claro: para él la jubilación es un monto mínimo que le sirve como
subsidio.
Por eso,
para poder llevar a cabo su plan de retirarse a los 50, dedicó todo este tiempo
a lo que él denominó "patrimonializarse". Primero en Italia, su país
de origen, donde trabajó en el sector industrial, y luego en la Argentina,
donde ya lleva quince años abocado al rubro agropecuario. "La idea es
hacer un cambio estructural, sentirme más libre de todas las reglas que me
había impuesto hasta ahora. Lo que se hizo se hizo: después será tiempo de trabajar
menos intensamente o de meterse menos presión", dice.
¿Los planes?
Vivir tres meses en distintas ciudades del mundo, escapándole a esa sensación
que dan las estadías de dos semanas típicas de estar de vacaciones y llegar a
vivir la vida de todos los días en otra ciudad. Y en esas estadías darse la
oportunidad de un más profundo contacto con el arte y la cultura de cada lugar.
Pero como se trata de un plan ambicioso, fue empujando todos sus negocios a
Internet y cambiando lo que era su oficina fija en Buenos Aires por distintos
cafés. Algo que no lo obligue a estar en un determinado lugar a una determinada
hora.
Expectativas
y frustración
El
licenciado Fernando Adrover, decano de la Facultad de Psicología y Relaciones
Humanas de la Universidad Abierta Interamericana (UAI), considera respetable y
valorable esta decisión de retomar proyectos postergados si la persona está en
situación de obtener una jubilación o si ha generado un patrimonio que le
permite liberarse de condicionamientos, y si sus intereses o aspiraciones se
han mantenido, ya que el tiempo de nuestra existencia es escaso y único, y las
personas debieran intentar realizar las acciones u obras que le den sentido a
su vida.
"El
principal peligro, a mi juicio, radica en que ese retiro anticipado no esté
vertebrado por un verdadero proyecto que haya sido analizado responsable y
estratégicamente. La frustración es directamente proporcional a las
expectativas insatisfechas. Además, mantener un nivel de actividad lo más pleno
y estimulante posible es lo que en mayor medida nos protege de las
consecuencias negativas del envejecimiento cognitivo. Lo ideal sería que esa
actividad esté alineada con el trabajo del individuo, y éste le resulte
interesante, atractivo y le permita concretar sus proyectos personales. Cuando
esto ocurre, lejos de pretender jubilarse, las personas perseveran en su
trabajo, quizá lo van adaptando o cambiando, pero no lo abandonan", opinó
el psicólogo.
Luciano
Rossi eligió los 50 para comenzar este retiro gradual, inspirado en una frase
que dijo su hermano cuando llegó a esa edad: "Cumplí los primeros 50,
ahora tocan los próximos 50. Y hay que reformularlos".
Luciano los
cumple dentro de cuatro meses y confiesa que viene un poco atrasado con su
proyecto. Pero sabe que si no lo hace ahora, lo hará a los 51, 52 o 53 años. No
más allá de eso. Son fechas ciertas que no se escapan. Tampoco sea cuestión de
estresarse o meterse presión justo en ese momento.
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